jueves, 30 de abril de 2009

Hablar cuando hay que hablar... por Carmen Martin Gaite

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"No hay nada que se pueda comparar a la palabra y a la comunicación. No hay nada comparable a poder hablar a la persona adecuada en el momento adecuado en el que la persona a quien se habla tiene ganas de escuchar, y la persona que habla desea hablar."
Carmen Martín Gaite, escritora salmantina (1925-2000)

La foto la hicimos junto al hotel más pequeño del mundo en Punta Grande (link)

Canta Frank Sinatra, "that's life"

miércoles, 29 de abril de 2009

Lo que se piensa... por el mundo adelante

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Leí el lunes en El Dia, períodico tinerfeño este tremendo editorial titulado "con una Canarias libre no estaríamos así": Link, del que extraigo algunas perlas impresionantes:

..."También critica la exclusión de un referéndum de autodeterminación, lo cual nos lleva a deducir que es partidario de que, llegado el caso, se celebre una consulta popular para ver si procede recuperar nuestra libertad como pueblo o seguir como esclavos de los invasores españoles. ¿Es que cuando se produjo la vil y asesina conquista de estas Islas se celebró un referéndum en el que los guanches expresaron su consentimiento para que los masacraran y les robaran su tierra? Hablamos de los invasores criminales pero no predicamos su violencia ni sus instintos asesinos, sino el pacifismo. Queremos conseguir la independencia sin referéndum y sin violencia."...
..."Otra noticia aparecida el sábado en la prensa del Archipiélago nos entristece enormemente. Un 33% de los canarios vive bajo el umbral de la pobreza y, lo que todavía nos alarma más, es posible que esa cifra aumente en los próximos meses. Hay que ver a lo que ha llegado Canarias bajo la hégira socialista. ¡Toma socialistas! ¡Vota socialista y ponte a las colas del hambre! Y pensar que estas Islas podrían ser uno de los países más ricos del mundo si tuvieran libertad para administrarse por su cuenta, y no según los criterios de los españoles que las esquilman."...

La música de la cabra mecánica, felicidad
:

martes, 28 de abril de 2009

De Hierro... a casa

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Ya hemos vuelto después de un largo día de viaje con 3 vuelos desde El Hierro hasta casa.
Una isla realmente diferente. Necesito unos días aun para formarme una opinión como dios manda. Hemos visto lugares increibles, cuestas y curvas como en pocos sitios y un estilo de vida tan tranquilo que pone nervioso a cualquiera.
Por cierto, la boda fue muy divertida.


"Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas...y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido."
Lewis Carroll, escritor inglés (1832-1898)

Enorme Van Morrison con The healing game

sábado, 25 de abril de 2009

Aqui estamos... en Hierro

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La isla del Hierro. El punto más occidental de España.

Ver mapa más grande

miércoles, 22 de abril de 2009

El hombre del espacio... de The Killers

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The Killers con Spaceman

"Quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas."
Cornelio Tácito, historiador romano (55-125)

lunes, 20 de abril de 2009

I love the world... Discovery

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Absolutamente fantástico. Discovery Channel.

Uno de los mejores cortos de publicidad que he visto.

jueves, 16 de abril de 2009

Sobre los creadores... y los que les escuchamos

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"Supongo que la cosa llega aquí: Si un violinsta toca en los bosques y no hay nadie para oírle, ¿hace realmente algún sonido? Tocar para la diversión de ardillas y marmotas no es lo mismo que tocar para gente. Incluso en la oscuridad, encima del tejado, aunque no pueda ver quién me está escuchando, hay algo de un concierto en vivo, saber qué hay alguien ahí, aunque solo sea una persona, quizá, a quién le emociona tu música. "
El violinista Cal a Ed, en Doctor en Alaska

No debemos confundir artistas con tenderos.

Y ahora un poco de cultura, de la de verdad, Van Morrison con Wild Night:

martes, 14 de abril de 2009

Leido... diez recomendaciones de Taleb

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Leído en Expansión, es bastante interesante y además lo dice muy claro:
Nicholas Taleb, autor del libro "El Cisne Negro" da diez recomendaciones para elminar el riesgo de que en el futuro que se produzcan crisis financieras y económicas como la actual.
1. Lo que es frágil debe romperse cuando todavía es pequeño.
Nada debería convertirse en algo demasiado grande para no poder quebrar. La evolución de la vida económica favorece a aquellos que tienen la máxima cantidad de riesgos ocultos -y en consecuencia, los más frágiles- a convertirse en los más grandes.
2. No se deben socializar las pérdidas y privatizar los beneficios. Cualquier cosa que necesite ser rescatada, debe ser nacionalizada. Cualquier cosa que no necesite un rescate debe ser libre, pequeña y capaz de soportar riesgos. Hemos conseguido combinar lo peor del capitalismo y lo peor del socialismo. En Francia, en los ochenta, los socialistas tomaron los bancos. En EEUU, en la primera década del 2000, los bancos tomaron el Gobierno. Es surrealista.
3. La gente que ha conducido a ciegas un bus escolar (y ha tenido un accidente) nunca debería volver a conducir otro autobús. El establishment económico (universidades, reguladores, banqueros centrales, miembros de gobiernos, varias organizaciones repletas de economistas) han perdido su legitimidad tras el fiasco del sistema. Es irresponsable y estúpido volver a confiar en la habilidad de estos expertos para sacarnos del problema. En su lugar, debemos buscar gente inteligente con las manos limpias.
4. No dejar que alguien que tenga un bonus por incentivos gestione una planta nuclear -o su riesgo financiero. Lo más probable es que elimine cualquier atisbo de seguridad para mostrarle que hay “beneficios”, mientras afirma a la vez que su estrategia es “conservadora”. Los bonus no incorporan los riesgos ocultos de las grandes quiebras. Es la asimetría del sistema de bonus la que nos lleva ahí. No hay incentivos sin desincentivos: el capitalismo se basa en premios y castigos, no solamente en premios.
5. Contrarrestar la complejidad con simplicidad. La complejidad de la globalización y la interconectada vida económica necesita ser contrarrestada por la simplicidad de los productos financieros. La complejidad económica es en sí misma una forma de apalancamiento: el apalancamiento de la eficiencia. Estos sistemas complejos sobreviven gracias a la indisciplina y la redundancia; añadir deuda genera un peligroso y salvaje giro que no deja ningún margen para el error. El capitalismo no puede evitar las modas pasajeras ni las burbujas: las burbujas de la bolsa (como la de 2000) han resultado ser moderadas; las burbujas de deuda, son viciosas.
6. No des a los niños cartuchos de dinamita, ni siquiera si esos cartuchos llevan advertencias. Los derivados complejos deben ser prohibidos porque nadie los entiende y muy pocos de ellos son suficientemente racionales para conocerlos bien. Los ciudadanos deben protegerse de sí mismos, de los banqueros que les venden productos para cubrirse de riesgos, y de crédulos reguladores que escuchan a economistas teóricos.
7. Sólo los esquemas Ponzi deben depender de la confianza. Los Gobiernos no deberían necesitas nunca “reestablecer al confianza”. Los rumores que se suceden en cascada son producto de los sistemas complejos. Los Gobiernos no pueden parar los rumores. Simplemente debemos estar en condiciones de desmentir esos rumores y encararlos con solidez.
8. No dar más drogas a un drogadicto si tiene el síndrome de abstinencia. Usar el apalancamiento para curar los problemas de demasiado apalancamiento no es homeopatía, es negación. La crisis crediticia no es un problema temporal. Es estructural. Necesitamos rehabilitaciones.
9. Los ciudadanos no deberían depender de activos financieros o de consejos “potencialmente erróneos” de expertos para su jubilación. La vida económica debería desfinancializarse. Deberíamos aprender a no usar los mercados como almacenes de valor: los mercados no ofrecen las certezas que necesitan los ciudadanos normales. Los ciudadanos deben preocuparse por sus propios negocios (que pueden controlar) y no por sus inversiones (que están fuera de su control).
10. Hacer la tortilla una vez que el huevo esté roto. Finalmente, la crisis no puede arreglarse con pequeñas reparaciones, no más de lo que un barco con el casco roto puede arreglarse con pequeños parches. Necesitamos reconstruir el caco con nuevos y materiales más fuertes; debemos rehacer el sistema antes de que el sistema se rehaga a sí mismo. Debemos ir al capitalismo 2.0 de forma voluntaria, permitiendo que lo que debe romperse se rompa sólo, convirtiendo deuda en acciones, marginando al establishment de la economía y las escuelas de negocios, liquidando el premi Nobel de Economía, prohibiendo las compras apalancadas de compañías (leveraged buy outs), poniendo a los banqueros a hacer lo que debería ser su trabajo, recuperando los bonus de aquellos que nos han llevado donde estamos, y enseñando a la gente a navegar en un mundo con menos certezas.
Entonces veremos que nuestra vida ecológica se acerca a nuestro entorno biológico: compañías más pequeñas, una ecología más diversa y no apalancamiento. Un mundo en el que los emprendedores, no los banqueros, asumen los riesgos y en que las compañías nacen y mueren todos los días sin necesidad de ser noticia. En otras palabras, un lugar más resistente a los cisnes negros.
Nassim Nicholas Taleb, filósofo y economista libanés-americano.

Una rapsodia hungara de Franz Listz

lunes, 13 de abril de 2009

Bismarck... el desorden y el silencio

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"Cuídate de los que sólo ven desorden en el ruido y paz en el silencio."
Otto von Bismarck, político alemán (1815-1898)

En estos tiempos las impresiones pueden llevar a engaño.

La cabalgata de las Valkirias, de Wagner

viernes, 10 de abril de 2009

Semana Santa... que nos han dado los romanos

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En estos días de pelis de romanos delirante escena sobre ¿qué nos han dado los romanos?

De La Vida de Brian de Monty Python

miércoles, 8 de abril de 2009

Reflexión francesa... sobre las revoluciones

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"Las revoluciones son tiempos en que el pobre no está seguro de su honradez, ni el rico de su fortuna, ni el inocente de su vida."
Joseph Joubert, escritor francés (1754-1824)

La imagen es de la caída de la Bastilla.

Una canción que escuché por pura casualidad y me gustó bastante tirando a mucho: "
Sábado" de El puchero del hortelano...

domingo, 5 de abril de 2009

La historia del destructor... que llevó la bomba atómica

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El USS Indianapolis fue el crucero que llevó en Julio de 1945 el material con el que se construyeron las dos bombas atómicas lanzadas sobre Japón en Agosto de 1945.
El traslado se hizo en una operación ultrasecreta y al regreso del mismo camino de las Filipinas, el alto mando estadounidense les negó escolta para protegerlo de los submarinos japoneses. Uno de esos submarinos torpedeó al crucero el 30 de Julio.
Murieron 300 marineros inmediatamente y el barco se hundió rapidamente.
Los casi 900 supervivientes estuvieron 5 días en el mar, peleando contra el sol, la temperatura del mar, el hambre, la falta de agua y especialmente los tiburones que acabaron con la vida de casi 600 náufragos.
Los equipos de rescate tardaron en llegar al ser ignorados los avisos del barco y al final solo se pudo rescatar una semana después a 316 marineros con vida.
Tras ser utilizado como cabeza de turco por el alto mando estadounidense para culparle en un Consejo de Guerra (caso único en el ejército yankee en la II Guerra Mundial) de la tragedia, 23 años después el capitán McVay del USS Indianapolis se suicidó por el cargo de conciencia y solo fue rehabilitado por el presidente de los EE.UU. en el año 2000.

Las bombas atómicas cayeron sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945 matando a cientos de miles de personas.

Al que haya escuchado al capitán Quint, le sonará la historia y la música de John Williams.

sábado, 4 de abril de 2009

Musica para el sabado... de Abba

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Creo que ya la he puesto antes, pero da igual... buen fin de semana a todos

Abba con "when all is said and done"

miércoles, 1 de abril de 2009

Volviendo a los origenes... Marx

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La España Revolucionaria... Karl Marx, economista y filósofo alemán (1818-1883)

La revolución en España ha adquirido ya el carácter de situación permanente hasta el punto de que, como nos informa nuestro corresponsal en Londres, las clases adineradas y conservadoras han comenzado a emigrar y a buscar seguridad en Francia. Esto no es sorprendente; España jamás ha adoptado la moderna moda francesa, tan extendida en 1848, consistente en comenzar y realizar una revolución en tres días. Sus esfuerzos en este terreno son complejos y más prolongados. Tres años parecen ser el límite más corto al que se atiene, y en ciertos casos su ciclo revolucionario se extiende hasta nueve. Así, su primera revolución en el presente siglo se extendió de 1808 a 1814; la segunda, de 1820 a 1823, y la tercera, de 1834 a 1843. Cuánto durará la presente, y cuál será su resultado, es imposible preverlo incluso para el político más perspicaz, pero no es exagerado decir que no hay cosa en Europa, ni siquiera en Turquía, ni la guerra en Rusia, que ofrezca al observador reflexivo un interés tan profundo como España en el presente momento.

Los levantamientos insurreccionales son tan viejos en España como el poderío de favoritos cortesanos contra los cuales han sido, de costumbre, dirigidos. Así, a finales del siglo XIV, la aristocracia se rebeló contra el rey Juan II y contra su favorito don Álvaro de Luna. En el XV se produjeron conmociones más serias contra el rey Enrique IV y el jefe de su camarilla, don Juan de Pacheco, marqués de Villena.

En el siglo XVII, el pueblo de Lisboa despedazó a Vasconcelos, el Sartorius del virrey español en Portugal, lo mismo que hizo el de Barcelona con Santa Coloma, favorito de Felipe IV. A finales del mismo siglo, bajo el reinado de Carlos II, el pueblo de Madrid se levantó contra la camarilla de la reina, compuesta de la condesa de Barlipsch y los condes de Oropesa y de Melgar, que habían impuesto un arbitrio abusivo sobre todos los comestibles que entraban en la capital y cuyo producto se distribuían entre sí. El pueblo se dirigió al Palacio Real y obligó al rey a presentarse en el balcón y a denunciar él mismo a la camarilla de la reina. Se dirigió después a los palacios de los condes de Oropesa y Melgar, saqueándolos, incendiándolos, e intentó apoderarse de sus propietarios, los cuales tuvieron, sin embargo, la suerte de escapar a costa de un destierro perpetuo.

El acontecimiento que provocó el levantamiento insurreccional en el siglo XV fue el tratado alevoso que el favorito de Enrique IV, el marqués de Villena, había concluido con el rey de Francia, y en virtud del cual, Cataluña había de quedar a merced de Luis XI.

Tres siglos más tarde, el tratado de Fontainebleau -concluido el 27 de octubre de 1807 por el valido de Carlos IV y favorito de la reina, don Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, con Bonaparte, sobre la partición de Portugal y la entrada de los ejércitos franceses en España- produjo una insurrección popular en Madrid contra Godoy, la abdicación de Carlos IV, la subida al trono de su hijo Fernando VII, la entrada del ejército francés en España y la consiguiente guerra de independencia. Así, la guerra de independencia española comenzó con una insurrección popular contra la camarilla personificada entonces por don Manuel Godoy, lo mismo que la guerra civil del siglo XV se inició con el levantamiento contra la camarilla personificada por el marqués de Villena. Asimismo, la revolución de 1854 ha comenzado con el levantamiento contra la camarilla personificada por el conde de San Luis.

A pesar de estas repetidas insurrecciones, no ha habido en España hasta el presente siglo una revolución seria, a excepción de la guerra de la Junta Santa en los tiempos de Carlos I, o Carlos V, como lo llaman los alemanes. El pretexto inmediato, como de costumbre, fue suministrado por la camarilla que, bajo los auspicios del virrey, cardenal Adriano, un flamenco, exasperó a los castellanos por su rapaz insolencia, por la venta de los cargos públicos al mejor postor y por el tráfico abierto de las sentencias judiciales. La oposición a la camarilla flamenca era la superficie del movimiento, pero en el fondo se trataba de la defensa de las libertades de la España medieval frente a las ingerencias del absolutismo moderno.

La base material de la monarquía española había sido establecida por la unión de Aragón, Castilla y Granada, bajo el reinado de Fernando el Católico e Isabel I. Carlos I intentó transformar esa monarquía aún feudal en una monarquía absoluta. Atacó simultáneamente los dos pilares de la libertad española: las Cortes y los Ayuntamientos. Aquéllas eran una modificación de los antiguos concilia góticos, y éstos, que se habían conservado casi sin interrupción desde los tiempos romanos, presentaban una mezcla del carácter hereditario y electivo característico de las municipalidades romanas. Desde el punto de vista de la autonomía municipal, las ciudades de Italia, de Provenza, del norte de Galia, de Gran Bretaña y de parte de Alemania ofrecen una cierta similitud con el estado en que entonces se hallaban las ciudades españolas; pero ni los Estados Generales franceses, ni el Parlamento inglés de la Edad Media pueden ser comparados con las Cortes españolas. Se dieron, en la creación de la monarquía española, circunstancias particularmente favorables para la limitación del poder real. De un lado, durante los largos combates contra los árabes, la península era reconquistada por pequeños trozos, que se constituían en reinos separados. Se engendraban leyes y costumbres populares durante esos combates. Las conquistas sucesivas, efectuadas principalmente por los nobles, otorgaron a éstos un poder excesivo, mientras disminuyeron el poder real. De otro lado, las ciudades y poblaciones del interior alcanzaron una gran importancia debido a la necesidad en que las gentes se encontraban de residir en plazas fuertes, como medida de seguridad frente a las continuas incursiones de los moros; al mismo tiempo, la configuración peninsular del país y el constante intercambio con Provenza y con Italia dieron lugar a la creación, en las costas, de ciudades comerciales y marítimas de primera categoría.

En fecha tan remota como el siglo XIV, las ciudades constituían ya la parte más potente de las Cortes, las cuales estaban compuestas de los representantes de aquéllas juntamente con los del clero y de la nobleza. También merece ser subrayado el hecho de que la lenta reconquista, que fue rescatando el país de la dominación árabe mediante una lucha tenaz de cerca de ochocientos años, dio a la península, una vez totalmente emancipada, un carácter muy diferente del que predominaba en la Europa de aquel tiempo. España se encontró, en la época de la resurrección europea, con que prevalecían costumbres de los godos y de los vándalos en el norte, y de los árabes en el sur.

Cuando Carlos I volvió de Alemania, donde le había sido conferida la dignidad imperial, las Cortes se reunieron en Valladolid para recibir su juramento a las antiguas leyes y para coronarlo. Carlos se negó a comparecer y envió representantes suyos que habían de recibir, según sus pretensiones, el juramento de lealtad de parte de las Cortes. Las Cortes se negaron a recibir a esos representantes y comunicaron al monarca que si no se presentaba ante ellas y juraba las leyes del país, no sería reconocido jamás como rey de España. Carlos se sometió; se presentó ante las Cortes y prestó juramento, como dicen los historiadores, de muy mala gana. Las Cortes con este motivo le dijeron: «Habéis de saber, señor, que el rey no es más que un servidor retribuido de la nación».

Tal fue el principio de las hostilidades entre Carlos I y las ciudades. Como reacción frente a las intrigas reales, estallaron en Castilla numerosas insurrecciones, se creó la Junta Santa de Ávila y las ciudades unidas convocaron la Asamblea de las Cortes en Tordesillas, las cuales, el 20 de octubre de 1520, dirigieron al rey una «protesta contra los abusos». Éste respondió privando a todos los diputados reunidos en Tordesillas de sus derechos personales. La guerra civil se había hecho inevitable. Los comuneros llamaron a las armas: sus soldados, mandados por Padilla, se apoderaron de la fortaleza de Torrelobatón, pero fueron derrotados finalmente por fuerzas superiores en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las cabezas de los principales «conspiradores» cayeron en el patíbulo, y las antiguas libertades de España desaparecieron.

Diversas circunstancias se conjugaron en favor del creciente poder del absolutismo. La falta de unión entre las diferentes provincias privó a sus esfuerzos del vigor necesario; pero Carlos utilizó sobre todo el enconado antagonismo entre la clase de los nobles y la de los ciudadanos para debilitar a ambas. Ya hemos mencionado que desde el siglo XIV la influencia de las ciudades predominaba en las Cortes, y desde el tiempo de Fernando el Católico, la Santa Hermandad había demostrado ser un poderoso instrumento en manos de las ciudades contra los nobles de Castilla, que acusaban a éstas de intrusiones en sus antiguos privilegios y jurisdicciones. Por lo tanto, la nobleza estaba deseosa de ayudar a Carlos I en su proyecto de supresión de la Junta Santa. Habiendo derrotado la resistencia armada de las ciudades, Carlos se dedicó a reducir sus privilegios municipales y aquéllas declinaron rápidamente en población, riqueza e importancia; y pronto se vieron privadas de su influencia en las Cortes. Carlos se volvió entonces contra los nobles, que lo habían ayudado a destruir las libertades de las ciudades, pero que conservaban, por su parte, una influencia política considerable. Un motín en su ejército por falta de paga lo obligó en 1539 a reunir las Cortes para obtener fondos de ellas. Pero las Cortes, indignadas por el hecho de que subsidios otorgados anteriormente por ellas habían sido malgastados en operaciones ajenas a los intereses de España, se negaron a aprobar otros nuevos. Carlos las disolvió colérico; a los nobles que insistían en su privilegio de ser eximidos de impuestos, les contestó que al reclamar tal privilegio, perdían el derecho a figurar en las Cortes, y en consecuencia los excluyó de dicha asamblea.

Eso constituyó un golpe mortal para las Cortes, y desde entonces sus reuniones se redujeron a la realización de una simple ceremonia palaciega. El tercer elemento de la antigua constitución de las Cortes, a saber, el clero, alistado desde los tiempos de Fernando el Católico bajo la bandera de la Inquisición, había dejado de identificar sus intereses con los de la España feudal. Por el contrario, mediante la Inquisición, la Iglesia se había transformado en el más potente instrumento del absolutismo.

Si después del reinado de Carlos I la decadencia de España, tanto en el aspecto político como social, ha exhibido esos síntomas tan repulsivos de ignominiosa y lenta putrefacción que presentó el Imperio Turco en sus peores tiempos, por lo menos en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron enterradas en una tumba magnífica. En aquellos tiempos Vasco Núñez de Balboa izaba la bandera de Castilla en las costas de Darién, Cortés en México y Pizarro en el Perú; entonces la influencia española tenía la supremacía en Europa y la imaginación meridional de los iberos se hallaba entusiasmada con la visión de Eldorados, de aventuras caballerescas y de una monarquía universal.

Así la libertad española desapareció en medio del fragor de las armas, de cascadas de oro y de las terribles iluminaciones de los autos de fe.

Pero, ¿cómo podemos explicar el fenómeno singular de que, después de casi tres siglos de dinastía de los Habsburgo, seguida por una dinastía borbónica -cualquiera de ellas harto suficiente para aplastar a un pueblo-, las libertades municipales de España sobrevivan en mayor o menor grado? ¿Cómo podemos explicar que precisamente en el país donde la monarquía absoluta se desarrolló en su forma más acusada, en comparación con todos los otros Estados feudales, la centralización jamás haya conseguido arraigar? La respuesta no es difícil. Fue en el siglo XVI cuando se formaron las grandes monarquías. Éstas se edificaron en todos los sitios sobre la base de la decadencia de las clases feudales en conflicto: la aristocracia y las ciudades. Pero en los otros grandes Estados de Europa la monarquía absoluta se presenta como un centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y amasaban los varios elementos de la sociedad, hasta permitir a las ciudades trocar la independencia local y la soberanía medieval por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil. En España, por el contrario, mientras la aristocracia se hundió en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos, las ciudades perdieron su poder medieval sin ganar en importancia moderna.

Desde el establecimiento de la monarquía absoluta, las ciudades han vegetado en un estado de continua decadencia. No podemos examinar aquí las circunstancias, políticas o económicas, que han destruido en España el comercio, la industria, la navegación y la agricultura.

Para nuestro actual propósito basta con recordar simplemente el hecho. A medida que la vida comercial e industrial de las ciudades declinó, los intercambios internos se hicieron más raros, la interrelación entre los habitantes de diferentes provincias menos frecuente, los medios de comunicación fueron descuidados y las grandes carreteras gradualmente abandonadas. Así, la vida local de España, la independencia de sus provincias y de sus municipios, la diversidad de su configuración social, basada originalmente en la configuración física del país y desarrollada históricamente en función de las formas diferentes en que las diversas provincias se emanciparon de la dominación mora y crearon pequeñas comunidades independientes, se afianzaron y acentuaron finalmente a causa de la revolución económica que secó las fuentes de la actividad nacional. Y como la monarquía absoluta encontró en España elementos que por su misma naturaleza repugnaban a la centralización, hizo todo lo que estaba en su poder para impedir el crecimiento de intereses comunes derivados de la división nacional del trabajo y de la multiplicidad de los intercambios internos, única base sobre la que se puede crear un sistema uniforme de administración y de aplicación de leyes generales. La monarquía absoluta en España, que solo se parece superficialmente a las monarquías absolutas europeas en general, debe ser clasificada más bien al lado de las formas asiáticas de gobierno. España, como Turquía, siguió siendo una aglomeración de repúblicas mal administradas con un soberano nominal a su cabeza.

El despotismo cambiaba de carácter en las diferentes provincias según la interpretación arbitraria que a las leyes generales daban virreyes y gobernadores; si bien el gobierno era despótico, no impidió que subsistiesen las provincias con sus diferentes leyes y costumbres, con diferentes monedas, con banderas militares de colores diferentes y con sus respectivos sistemas de contribución. El despotismo oriental sólo ataca la autonomía municipal cuando ésta se opone a sus intereses directos, pero permite con satisfacción la supervivencia de dichas instituciones en tanto que éstas lo descargan del deber de cumplir determinadas tareas y le evitan la molestia de una administración regular.

Así ocurrió que Napoleón, que, como todos sus contemporáneos, consideraba a España como un cadáver exánime, tuvo una sorpresa fatal al descubrir que, si el Estado español estaba muerto, la sociedad española estaba llena de vida y repleta, en todas sus partes, de fuerza de resistencia.

Mediante el tratado de Fontainebleau había llevado sus tropas a Madrid; atrayendo con engaños a la familia real a una entrevista en Bayona, había obligado a Carlos IV a anular su abdicación y después a transferirle sus poderes; al mismo tiempo había arrancado ya a Fernando VII una declaración semejante. Con Carlos IV, su reina y el Príncipe de la Paz conducidos a Compiègne, con Fernando VII y sus hermanos encerrados en el castillo de Valençay, Bonaparte otorgó el trono de España a su hermano José, reunió una Junta española en Bayona y le suministró una de sus Constituciones previamente preparadas. Al no ver nada vivo en la monarquía española, salvo la miserable dinastía que había puesto bajo llaves, se sintió completamente seguro de que había confiscado España. Pero pocos días después de su golpe de mano recibió la noticia de una insurrección en Madrid, Cierto que Murat aplastó el levantamiento matando cerca de mil personas; pero cuando se conoció esta matanza, estalló una insurrección en Asturias que muy pronto englobó a todo el reino. Debe subrayarse que este primer levantamiento espontáneo surgió del pueblo, mientras las clases «bien» se habían sometido tranquilamente al yugo extranjero.

De esta forma se encontraba España preparada para su reciente actuación revolucionaria, y lanzada a las luchas que han marcado su desarrollo en el presente siglo. Los hechos e influencias que hemos indicado sucintamente actúan aún en la creación de sus destinos y en la orientación de los impulsos de su pueblo. Los hemos presentado porque son necesarios, no sólo para apreciar la crisis actual, sino todo lo que ha hecho y sufrido España desde la usurpación napoleónica: un período de cerca de cincuenta años, no carente de episodios trágicos y de esfuerzos heroicos, y sin duda uno de los capítulos más emocionantes e instructivos de toda la historia moderna.

New York Daily Tribune, 9 de septiembre de 1854



La música la pone Verdi: